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GUÍA 7 y 8 ÉTICA GRADO 801 JM. EL GRAN VALOR DE LA HONESTIDAD

  • Foto del escritor: jairocas273
    jairocas273
  • 2 jun 2021
  • 11 Min. de lectura


La Honestidad es un valor que definitivamente se ha venido perdiendo a pasos agigantados en estos tiempos que corren, a diario vemos en las noticias casos de políticos deshonestos, jueces que favorecen criminales a cambio de un soborno, estafadores de toda calaña, en fin, podemos decir que la deshonestidad está al orden del día y que esto ha llevado a las personas de bien a una especie de paranoia colectiva donde ya no se confía en nadie, el otro ya no es mi apoyo, esa mano confiable en la que me puedo apoyar para que entre ambos trabajemos por una meta o bienestar común; ahora el otro es visto más como aquel que si le doy papaya me pone la zancadilla para lanzarme al suelo.

Ser honestos, una actitud definitoria de la calidad humana Autor: María Elena Balán Sainz | internet@granma.cu 4 de agosto de 2016

tomado de: http://www.granma.cu/opinion/2016-08-04/ser-honestos-una-actitud-definitoria-de-la-calidad-humana-04-08-2016-22-08-10

La honestidad es una cualidad que define la calidad humana y consiste en comportarse y expresarse con coherencia y sinceridad, de acuerdo con los valores de verdad y justicia. En el sentido más evidente de la palabra, puede entenderse como el simple respeto a la verdad en relación con el mundo, los hechos y las personas. Pero no siempre somos conscientes del grado en que está presente en nuestros actos. El autoengaño hace que perdamos la perspectiva con respecto a la honestidad de los propios hechos, obviando todas aquellas visiones que pudieran alterar nuestra decisión. En estos tiempos, cuando comentamos sobre la pérdida de valores en algunos segmentos de la sociedad, es oportuno reflexionar acerca de esa cualidad, que constituye ante todo una actitud hacia nosotros mismos. Representa, sin dudas, una condición fundamental en las relaciones interpersonales, para lograr la amistad y la auténtica vida comunitaria. Ser deshonesto es ser falso, injusto, impostado, ficticio. Pero sucede que se ha perdido por estos días eso que nuestros abuelos y padres llamaban dar la palabra, que no era otra cosa que comprometerse a cumplir con algo acordado, sin necesidad de firmar un papel, porque estaba de garante la honestidad. Y es así como algunos presumen de ser muy cumplidores de la palabra que dan a otros con respecto a hacer un trabajo y luego no lo cumplen, o son reacios a pagar un préstamo, y también se muestran como personas fanfarronas que especulan con bienes que en realidad no poseen. Quienes son honestos se alejan de la pereza y cumplen sus deberes, sin necesidad de dar pretextos o mentir para encubrir la falta de responsabilidad. Igualmente son fieles a sus promesas y compromisos por pequeños que puedan parecer. Tampoco se dedican a alabar a las personas para conseguir su beneplácito, ni siguen una doctrina o filosofía en la que no creen, solo por pertenecer a un grupo o ser popular. Quien es honesto acepta cuando comete un error o equivocación y no culpa nunca a alguien más por ello. Estudiosos del tema señalan que la honestidad es uno de los valores que más genera imagen, siendo por ello esgrimida como cualidad” por aquellos que quieren ganarse el favor de los demás. Resulta oportuno aclarar que no consiste solamente en la franqueza o la capacidad de decir la verdad, sino en asumir que la verdad es solo una y que no depende de personas o consensos. Requiere por lo tanto un acercamiento a la verdad, no mediatizado por los propios deseos. El filósofo Sócrates fue quien dedicó en la antigüedad mayores esfuerzos al análisis del significado de la honestidad. Posteriormente, dicho concepto quedó incluido en la búsqueda de principios éticos generales que justificaran el comportamiento moral. Un individuo honesto es el que actúa y habla de conformidad con lo que considera correcto, pero no hace de tales actuaciones un escenario teatral para ser reconocido por los otros. Los buenos o malos sentimientos y cualidades no nacen con las personas, se forman mediante un proceso educativo que debe comenzar desde edades tempranas, y en el cual el ejemplo y la actitud de la familia son factores principales para lograr individuos sensibles. Así, cada uno valorará lo que le corresponde y actuará ba­sándose en sus propios principios.


Fabula sobre la honestidad

LOS RATONES QUE COMÍAN HIERRO http://recursos.cnice.mec.es/lengua/alumnos/eso1/t2/b5/a6.htm#:~:text=Dijo%20el%20mercader%3A%20%2DEn%20la,Pues%20yo%20rob%C3%A9%20tu%20hijo.&text=Y%20as%C3%AD%20fue%20hecho%C2%BB.


ALFONSO X, CALILA Y DIGNA. Cierto mercader, teniendo necesidad de salir de viaje, dejó cien quintales de hierro a un amigo suyo para que se los guardase hasta su vuelta. En esa época y lugar el hierro era un metal muy valioso pues con el, se hacia la mezcla para forjar espadas de acero, además era triado desde muy lejos lo que lo convertía en un metal muy codiciado en aquél país. Partió el mercader a su viaje de negocios, ausentándose por un par de semanas, pero el amigo, en vez de guardar celosa mente el metal como lo había prometido, lo vendió cobrando una cuantiosa suma de dinero, con el cual compró cierta propiedad que él quería.

Cuando el mercader regresó fue rápidamente a casa de su amigo a llevarle un presente y a pedir el metal, pero el amigo fingió estar muy triste y apenado relatándole la siguiente historia- Lo siento, pero no queda nada; yo los puse en un rincón de mi casa, y en las noches yo escuchaba ruidos extraños, me levantaba asustado pensando fueran ladrones, pero no veía nada, sin embargo cómo a los 10 días de tu ausencia, me despertó e mismo ruido, esta vez fue claro para mí que provenía del rincón donde había guardado tu hierro, pero no te imaginas mi asombro y sorpresa, cuando vi un gran número de ratones que roían e último lingote del metal que tú me confiaste, desesperado cómo pude los espanté y sólo pude recuperar este pequeño pedazo, que desde esa noche lo he guardado bajo la almohada; dijo e amigo al mercader mientras le extendía la mano pasándole un pequeño trozo de hierro al mercader. El mercader comprendió la verdad, mas sin dejar de traslucir que se había dado cuenta del engaño, contestó resignadamente: - Muchas veces oí decir que lo que mejor comen los ratones es el hierro, así que no me extraña lo sucedido. Tú no has tenido la culpa, los ratones se lo han comido; ¡Qué le vamos a hacer!. Y sin añadir otra palabra se fue a su casa, quedando el otro muy satisfecho de la facilidad con que le había engañado. Pasaron los días, y en cierta ocasión se le extravío en el mercado al amigo del mercader un pequeño hijo, que por cuestiones del destino fue encontrado por el mercader quien se lo llevó para su casa reconociéndolo como el hijo de quien le había jugado sucio con el hierro. allí dejó al niño pues él sabía que tarde o temprano su padre llegaría a preguntar si le habrían visto. efectivamente al cabo de tres días muy angustiado el hombre llega a casa del mercader a preguntar si han visto su hijo, ante lo cual el mercader respondió: - Vi a un azor (gavilán) -respondió aquel- que se llevaba a un niño entre sus garras, y pienso que muy bien pudiera ser el hijo que buscas. El amigo, al oír semejante disparate, echose a reír. Y respondió el mercader: Me tomas a caso por tonto mi hijo tiene 5 años de edad, es muy grande y pesado para que una pequeña ave de rapiña siquiera se le acerque, ante lo cual el mercader respondió: No debe maravillarte o extrañarte que los azores cacen a los niños en una tierra donde comen hierro los ratones. Inmediatamente el deshonesto hombre comprendió el mordaz comentario del mercader, ante lo cual no tuvo más remedio que contar la verdad de lo que había hecho con el metal, en todo caso dijo e hombre yo pondré la propiedad comprada con el dinero de tu hierro a tu disposición y dominio, por ahora sólo me interesa encontrar a mi hijo.

Bien dijo el mercader, hagamos una cosa yo pondré a todos mis empleados más de 20 hombres a buscar a tu hijo, mientras tu y yo vamos a donde el juez para hacer el traspaso del bien, así lo hicieron y al cabo del rato al regresar a casa del mercader para ver si habían noticias del niño. El mercader entra a su casa y sale con el niño a la vez que le decía: "Aquí te regreso a tu hijo sano y salvo, al parecer dijo otra vez en forma mordaz uno de mis empleados lo encontró rondando por los alrededores de mi jardín, toma te devuelvo a tu hijo. Ante lo cual el hombre da las gracias al mercader, comprendiendo que en manos de otro el niño habría corrido una suerte mas funesta, pidiéndole que lo perdone y que le devuelva su amistad ante lo cual el mercader responde. No te preocupes lejos de mi sentir estuvo el hacerle daño alguno a tu hijo y siempre estuvo bien cuidado, en cuanto a lo de la amistad con mucho gusto te la devuelvo, pero eso si, escúchalo bien lo que ya nunca pero jamás mientras viva te devolveré es mi confianza.


Aunque talvez nuestra honestidad no se tan generosamente premiada como la de Samuel, debemos aprender a ser honestos no por una recompensa material, ya que entonces sería una falsa honestidad, debemos ser honestos por que es una forma de mostrar primero a nosotros mismos nuestro valor como personas y segundo porque así las personas que nos rodean sabrán que somos individuos valiosos, de un sólo criterio y de una sola pieza.


GUÍA 8 ÉTICA GRADO 801 EL VALOR DE LA PALABRA EN UNA PERSONA

Una promesa es una promesa


Nuestros abuelos dicen que anterior mente la gente valía por su palabra, los negocios o tratos comerciales se hacían de palabra y cada una de las partes se comprometía a cumplir, si firmar contratos o documentos. en este sentido la palabra empeñada era como el valor del dinero hoy en día, usted tiene un papel en sus manos que le dice es un billete que tiene un valor de 50.000 mil pesos, pero en últimas lo que le garantiza a usted que ese billete tiene ese valor y que pueda ir a cualquier tienda a comprar algo es la confianza en la entidad emisora que elaboró ese papel. sucede igual con las personas, si alguien empeña su palabra y la cumple, pues ella será ante los ojos de los demás una persona digna de confianza, pero si en cambio es alguien que no tiene seriedad y compromiso con su palabra, pues el valor de esa persona ante los ojos de los demás es el equivalente al de un billete falso.

Hay que desconfiar mucho de aquellas personas que prometen en cielo y la tierra, primero porque aquél que cumple con su palabra se cuida mucho de no prometer cosas que sabe no va a poder cumplir, y segundo porque generalmente aquellos que no piensan cumplir lo que prometen, pues suelen ser muy generosos con sus promesas; este es el típico caso del político en campaña que promete dar solucio9n a todos y cada uno de los problemas sociales que hay, pero al momento de tomar las riendas del poder el pueblo tiene que recurrir a medidas desesperadas para que por lo menos cumpla parte de lo que tanto prometió.

el problema con las promesas es que al incumplirlas no sólo pierdes credibilidad y respeto, también quiebras la confianza y la ilusión de aquellos que creyeron en tu palabra.


Una promesa es una promesa. Escritora mexicana. Cuento sobre el valor de cumplir con las promesas.

Esta es la historia de un duendecito llamado Jim, que a pesar de ser amable, alegre y juguetón, se fue quedando sin amigos, ¡vamos! ¡ni siquiera lo quería mirar el sol! Y es que a Jim le encantaba hacer promesas por doquier; daba su palabra por acá, por allá, por ahí y también por aquí.

Ocurrió un día que iba a haber una gran fiesta en el bosque para celebrar el cumpleaños de los grandes robles ¡cumplían trescientos añitos nada más! Y el bosque entero, con todas sus criaturas (las mágicas y las que no lo son) se estaban organizando para la gran celebración. Y entre tanto barullo sobresalió la voz de Jim, que de inmediato se puso a prometer que llegaría primero que todos para adornar el bosque entero, y que también hornearía el pastel, prometió además que luego de la fiesta él iba a limpiar todo y a lavar los trastos, incluso le prometió a todas las duendecitas que bailaría con ellas al menos una vez. Habiendo dicho eso los habitantes del bosque quedaron sorprendidos, y tomando la palabra del duende quedaron muy seguros que la fiesta sería grandiosa y de lo más divertida. Pues llegó por fin el tan esperado día del evento; pero cuando fueron llegando todos los invitados se desilusionaron enormemente, porque el bosque se veía como siempre se ve, no había guirnaldas de flores, ni faroles de colores, no había serpentinas, ni mantelitos, no había ni una sola decoración, todo estaba en silencio total. Y los distinguidos festejados se veían con sus hojitas tristes, pues de verdad esperaban una gran fiesta para celebrar que habían sido ellos los fundadores de aquellos bosques; así que de inmediato todos los demás, desde pequeñas luciérnagas y hadas hasta los trolls y las ardillas comenzaron a trabajar a toda prisa para adornar el lugar. Pero luego notaron que ni siquiera tenían el pastel de cumpleaños para festejar, y todos sabemos que un cumpleaños sin pastel con velitas encima es muy triste, porque se supone que uno puede pedir un deseo que se hará realidad, y sin pastel y sin velitas los grandes robles no podían pedir su deseo, así que su hojitas se pusieron todavía más tristes. Pues así tristes estaban todos, porque hornear un pastel tan grande no era cosa fácil ni rápida y tardarían toda la tarde, y cuando llegaron las duendecitas, con sus vestidos de pétalos fragantes notaron que no había fiesta, ni música, que todos estaban tristes y molestos y sobre todo notaron que el duendecito Jim no aparecía por ningún lado, y las duendecitas, que estaban todas ilusionadas por bailar con Jim, también se sintieron tristes y enojadas, y al ver eso, los grandes robles no pudieron más y se soltaron a llorar, porque la fiesta no era alegre, ni divertida, y todos tenían las caritas fruncidas, y algo muy dentro del bosque comenzó a temblar, comenzó a resquebrajarse, sonaba como un montón de galletas rompiéndose a la mitad … y, en efecto, algo se había roto por la mitad … ¡ERA EL CORAZÓN DEL BOSQUE! … Al escuchar aquel estruendo Jim despertó de la siesta que estaba tomando en lo profundo de los pétalos de un dulce tulipán, y salió corriendo a ver que ocurría, y cuando llegó al bosque notó que todos los árboles estaban partidos por la mitad, que todas las hadas, los duendes, los trolls, las aves, los colibríes y todos los demás estaban tristes, enojados y nadie quería hablar con él. “¡PERDÓN! ¡PERDÓN!” –gritaba Jim– pero ya nadie lo quería oír, el corazón del bosque estaba roto, y también el corazón de sus amigos, porque Jim les había prometido muchas cosas y ninguna la había cumplido, y es que Jim no entendía que al hacer una promesa, no sólo se dicen palabras, en una promesa se entrega la confianza, de quien la hace y de quien la cree, en una promesa se entrega el alma, se da la amistad y el cariño, con una promesa uno dice “te quiero” “ me importas”, en una promesa se da también el honor, se entrega nuestra palabra ¡una promesa es una promesa! ¡No es cualquier cosa! ¡No es una baratija! Una promesa no es algo que se puede echar a la basura, el duendecito Jim no entendía que una promesa que no se cumple abre una herida, una promesa vacía va rompiendo el corazón de a poquito y lo deja un poco desilusionado, vacío y dolorido. Pero al ver todo lo que había causado, el duendecito Jim sacó de su sombrero un trébol de cuatro hojas, lo frotó en sus manos y salió un gran arco iris que remendó el corazón del bosque y lo llenó de color, y al final de aquel mágico arco iris no había una olla con monedas de oro, sino un enorme pastel de cumpleaños con trescientas velitas encendidas para que los grandes robles pudieran pedir su deseo, y con el arco iris llegaron las musas, que de inmediato comenzaron a tocar hermosas melodías y trajeron de vuelta la sonrisa a todas las criaturas del bosque y tuvieron la fiesta que tanto querían, porque Jim, el duendecito, lo había prometido, y también prometió no volver a romper otra promesa nunca más, pues ahora sabía lo que significaban en verdad. Y así pasaron toda la noche festejando y bailando todas las criaturas del lugar, mientras Jim se arremangaba la camisa ¡pues tenía muchos trastos que lavar!




 
 
 

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