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Guía 2 Filosofía Grados Onces trimestre 3 Utilitarismo y Vitalismo

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    jairocas273
  • 9 sept 2021
  • 12 Min. de lectura

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Emolientero: antiguamente se denominaba Emolientero a la persona que trabajaba como vendedor ambulante , vendiendo esencias y yerbas aromáticas.

Bentham: el individuo, el cuerpo social y la felicidad

Jeremy Bentham (1748-1832) fundador del Utilitarismo: parte de unas verdades que él considera objetivas, universales y autoevidentes. Primera, el individuo es la medida de la organización social. En otras palabras, la sociedad no es más que un cuerpo ficticio compuesto por individuos; Segunda, el individuo está gobernado por las percepciones de placer y pena. Un placer, puro e intenso desprovisto de pena, define la felicidad. Tercera, la búsqueda de la mayor felicidad es el objetivo individual y social último

En un comienzo, Bentham establece como objetivo universal la mayor felicidad de todos, sin embargo, las felicidades de los individuos pueden entrar en conflicto, y en tal caso la felicidad de uno puede ocasionar una disminución en la felicidad de otro. En consecuencia, la imposibilidad de garantizar la felicidad de todos, lleva a Bentham a considerar como objetivo universal no la mayor felicidad de todos, sino la del mayor número. En palabras de Bentham: “En caso de confrontación o contienda, siendo igual la felicidad de cada parte, prefiérase la felicidad del mayor a la del menor número”. De la cita anterior, cabe señalar dos aspectos adicionales sobre el objetivo universal: su carácter democrático y su definición como la agregación simple de las felicidades individuales. Con respecto al primer punto, dado que la felicidad de cada individuo tiene el mismo peso, en principio, el objetivo social no favorece una gratificación temporal de nadie en particular.

De una forma amplia, el objetivo contempla la felicidad de la mayoría de los seres sensibles; sin embargo, Bentham afirma que su análisis presenta dificultades técnicas para considerar la felicidad de no humanos —lo que se explica ante la imposibilidad de conocer placeres y penas o inducir el comportamiento de otros seres. Igualmente, de manera poco clara, Bentham irrumpe en su análisis de la felicidad universal afirmando que la felicidad que más compete a la humanidad es la humana . De esta forma, se evidencia un objetivo potencialmente universal €“en la medida que intentaba involucrar otros seres sensibles no humanos.


Sin embargo dicho objetivo se restringe a un objetivo social €“partiendo del supuesto que lo social se puede entender de manera independiente a lo no humano y que el conocimiento de penas y placeres entre humanos es posible.

Ahora, para el logro del objetivo social se debe crear o impulsar un interés en el individuo, que sirva de motivación para que su comportamiento tienda a la mayor felicidad social, al mismo tiempo que busca su propia felicidad . En otras palabras, no sólo el objetivo individual es la propia felicidad, sino que la felicidad individual también es el medio para alcanzar la mayor felicidad social. En esta medida, el utilitarismo concilia el interés personal con el deber y el objetivo social.

Todos los individuos, con mayor o menor exactitud, realizan un cálculo en el que evalúan la tendencia de sus acciones a contribuir con la mayor felicidad . El logro del objetivo social se alcanza cuando los individuos calculan correctamente, porque en tal situación, sus intereses son verdaderos y conducen a la mayor felicidad individual y social —dado que, como se señaló anteriormente, la felicidad social no es más que la suma de las felicidades individuales . No obstante, los individuos pueden equivocarse en su cálculo; en ocasiones, no consideran todos los placeres y penas asociados a una acción y, por lo general, prefieren un placer inmediato que un placer mayor a más largo plazo . En este caso, un error en el cálculo individual conlleva que no se maximice ni la felicidad individual ni la social.

En vista de lo anterior, Bentham garantiza el logro de la mayor felicidad individual y social a través de la introducción de dos figuras, el deontologista y el legislador. (La deontología ​ es la rama de la ética que trata de los deberes, especialmente de los que rigen actividades profesionales, así como el conjunto de deberes relacionados con el ejercicio de una profesión. A su vez, es parte de la filosofía moral dedicada al estudio de las obligaciones o deberes morales) Ambas tienen como objetivo que cada interés individual se identifique con el deber o el cálculo correcto €“esto asumiendo que el conocimiento del deber es posible. El cálculo correcto de la felicidad mide todos los placeres y penas que pueda causar cada acción, tanto para la felicidad individual como para el objetivo social. La medición de placeres y penas se hace teniendo en cuenta unas circunstancias que afectan exclusivamente al individuo y una última que considera a otros individuos. Las primeras circunstancias son: la intensidad de la sensación, la duración de la percepción, la certeza o probabilidad de ocurrencia, la cercanía o tiempo transcurrido desde la percepción, la fecundidad o la posibilidad de que a una sensación le siga otra del mismo tipo, y la pureza —relacionada con el hecho que una sensación no sea seguida por otra del tipo contrario. La última circunstancia es la extensión o el número de seres afectados por la acción.

De esta última circunstancia se puede observar que el cálculo de la felicidad considera a otros individuos diferentes a quien ejecuta la acción. Esto no es impuesto por el deontologista o el legislador, sino que responde a una característica universal de los individuos, su simpatía, i.e., la tendencia a derivar placer o pena de las experiencias de terceros. Algunos ejemplos de placeres que tienen soporte en la simpatía son los derivados de la amistad y la benevolencia.

Aunque el deontologista y el legislador tienen el mismo objetivo, cada uno tiene diferentes instrumentos para conseguirlo. El deontologista enseña a los individuos el cálculo correcto y aplica la sanción moral o popular. El legislador pone en funcionamiento un sistema de penas y recompensas que resultan eficaces para orientar el comportamiento de los individuos hacia el deber.

En resumen, el individuo es el centro de la elaboración teórica de Bentham y es representado como un ser pasivo afectado por fuerzas que le causan placeres y penas. En la búsqueda de su propia felicidad, el individuo actúa considerando su propio cálculo sobre el balance de penas y placeres producidos por cada acción. El individuo benthamiano puede equivocarse, en tanto pondera más placeres inferiores (inmediatos) que superiores (largo plazo). Aún así, este individuo está dispuesto a aprender sobre el cálculo correcto y reacciona a reconocimientos y castigos. Inicialmente, el individuo benthamiano es un ser sensible, no necesariamente humano, pero dadas las dificultades para conocer e inducir comportamientos en no humanos, el autor centra su análisis en la sociedad —entendida como la agrupación de individuos humanos. La mayor felicidad individual es el objetivo real del comportamiento individual y el medio para el logro de la felicidad social —objetivo último del utilitarismo de Bentham.

Walras: la sociedad y la justicia

Leon Walras (1834-1910) rompe con el individualismo de Bentham al afirmar que la sociedad no existe sin los seres humanos y que los seres humanos no existen sino en sociedad. La sociedad y los individuos son simples abstracciones de dos hechos simultáneos. Las personas son seres dotados de:


1. Simpatía y emociones estéticas (i.e., sentimientos desinteresados por otros).

2. Entendimiento y razón.

3. Una voluntad libre dentro de un marco institucional

Por tanto, los destinos personales son tanto individuales como colectivos, tanto independientes como solidarios.

Para Walras, el problema social principal es determinar cuándo la apropiación para la satisfacción de necesidades —no especificadas— debe ser personal y cuándo colectiva. Para responder a dicha problemática, Walras diferencia entre unas condiciones sociales generales (un marco institucional) y unas condiciones personales de acuerdo con las cuales el individuo actúa libremente. Por un lado, el Estado —un ente independiente de los intereses individuales—, debe asegurar la igualdad de condiciones iniciales para todos; en particular, el Estado en su autoridad debe garantizar los medios de comunicación, las leyes, la seguridad y la educación. Por otro lado, el individuo actúa libremente en este marco institucional según sus capacidades, deseos y esfuerzos, y es responsable de su posición final. El criterio de justicia se resume entonces en autoridad del Estado y libertad del individuo; igualdad de condiciones y desigualdad de posiciones

El criterio de justicia o de bondad que propone Walras es de obligatorio cumplimiento y no es un medio para la obtención de un fin superior . El autor no establece el criterio de justicia como una regla que garantiza la mayor felicidad del mayor número o que está subordinada al mayor bienestar material de la sociedad.

Del criterio de justicia walrasiano se derivan dos teoremas que orientan el régimen de apropiación. El primer teorema, señala que las facultades personales son de derecho personal y asimismo su propiedad. Se rechaza con este teorema toda forma de esclavitud y se establece que la desigualdad en las propiedades individuales debe corresponder a la desigualdad de capacidades, esfuerzos y ahorro. En esta esfera de autonomía individual, el Estado no debe intervenir. El segundo teorema indica que las tierras son por derecho natural propiedad del Estado. La tierra no tiene el tratamiento de otros bienes materiales puesto que no es reproducible y dada la superioridad de toda la humanidad, de todas las generaciones en su conjunto, frente a otros seres y cosas, la humanidad es naturalmente propietaria del usufructo de la tierra. El Estado en su autoridad es quien administra dicho beneficio para poder garantizar la igualdad de condiciones. En caso de cumplirse lo anterior, los impuestos pueden abolirse en el muy largo plazo; las personas podrían ahorrar más y la sociedad eventualmente podría convertirse en una de pequeños capitalistas (Walras, 1898 [2005], 369; Cirilo, 1980, 295, 298, 300, 301; 1981, 314, 315; Lallement, 1993, 460-461; Van Daal, 2005, xix, xxxiii).

La teoría general walrasiana de la sociedad se desarrolla en diálogo con las teorías morales y sociales que el autor identifica como predominantes en su época. Como las dos teorías morales, Walras identifica al materialismo —alternativamente denotado por el autor como utilitarismo—, y al moralismo o espiritualismo; y como las dos teorías sociales sobresalientes señala a la escuela económica —refiriéndose a la Escuela Liberal Francesa—6, y al socialismo —refiriéndose al Socialismo Utópico7.

Walras critica a la escuela económica y al socialismo a partir de sus fundamentos en el materialismo o utilitarismo y en el moralismo o espiritualismo, respectivamente. Por utilitarismo, Walras entiende una moral para la cual, lo bueno y lo malo están dictados por sensaciones agradables o desagradables —de placer o de pena. Los humanos son cuerpos provistos de órganos que responden a estímulos externos para satisfacer sus propias necesidades materiales irresistibles (Walras, 1867-1868 [1990], 69, 73). En cuanto a las sensaciones, estas son individuales, lo cual implica para Walras un individualismo absoluto, lo que se ilustra con la siguiente cita:

Ahí está la moral de Helvétius, o mejor, del principio de la autoridad exclusiva de los sentidos. ¿Se quiere ir aún más lejos? Se encontrará que cada uno persigue su propio placer en su interés personal, sin que alguna idea de orden moral o de justicia le detenga y le imponga respeto por los otros, todos los humanos son naturalmente enemigos, y la guerra es el estado natural; de donde se sigue que el más fuerte tiene razón, que la fuerza es el único derecho, y que el poder absoluto, principio de paz, es eminentemente legítimo. Esta es la política de Hobbes, es decir, la política que se deriva de la autoridad exclusiva de los sentidos8 (Jouffroy, 1883, 226, citado por Walras, 1867-1868.

Para Walras, el utilitarismo pretende construir una teoría general de la sociedad con base en el principio individual de la búsqueda y la creación de bienestar o riqueza (Walras, 1867-1868 [1990], 69,78-53). Según el autor, este objetivo coincide con el de la actividad agrícola, industrial y comercial. Por tanto, la escuela de economistas no sólo no contradice al utilitarismo, sino que le da mayor soporte a esta corriente al mostrar que la actividad económica y el comportamiento individual se ciñen a su objetivo, y al enunciar las condiciones más favorables para la creación de bienestar10 o riqueza. En palabras de Walras (1867-1868

La economía política lejos de contrariarle, más bien viene en su ayuda. En efecto, constatar que la actividad social consiste parcialmente en la creación agrícola, industrial y comercial de la riqueza, es constatar igualmente que la actividad individual tiene en parte por objetivo la búsqueda del bienestar. Enunciar que existen condiciones sociales más favorables que otras para la creación de la riqueza, es enunciar al mismo tiempo que estas condiciones son las más favorables para la persecución del bienestar. Así, no solamente la constatación de los hechos económicos no contradice al materialismo, sino que además la enunciación de verdades económicas proporciona a la moral materialista una concepción menos lamentable de la sociedad y un principio más aceptado de orden social.

Desde esta perspectiva el moralismo de Walras entiende una conducta que se fundamenta en la percepción del espíritu de los fenómenos interiores de placer, pena, pensamiento y voluntad. De acuerdo con el autor, debido al uso exclusivo de los sentidos íntimos de conocimiento, el objetivo humano es individual y se reduce al triunfo de la voluntad libre e independiente. Por tanto, la cohesión de la sociedad sólo se garantiza a través de la caridad y la fraternidad.

Para el moralismo, la redistribución de la riqueza permite la unidad social y se justifica en términos de los principios sociales o morales de caridad y fraternidad. Sin embargo, la reforma socialista opta por iniciativas individuales que toman la forma de sociedades cooperativas o de asistencia filantrópica y que desatienden la verdad económica descrita por la utilidad.

Walras critica ambas teorías, utilitarismo y moralismo, por su individualismo absoluto; en otras palabras, por considerar el destino de cada uno como independiente del destino de otros1. Este tipo de individualismo implica una sociedad fragmentada sin un objetivo distinto al que define cada individuo de manera aislada, así como una teoría de la apropiación individual que no considera alguna forma de apropiación estatal para beneficio de la comunidad. En palabras de Walras:

Utilitaristas y moralistas, [… ], ambos concluyen en la atribución de toda la riqueza al individuo, sin reserva alguna del beneficio de la comunidad o del Estado; moralistas y utilitaristas, en el dominio de la ciencia social, ambos concluyen en el ejercicio de la iniciativa individual en toda circunstancia, sin intervención de la iniciativa colectiva o común en algún caso15 (Walras, 1867-1868 [1990], 53, traducción propia).

Walras reconoce que la escuela de economistas, a diferencia de los socialistas, atiende la verdad sobre el valor y la producción de riqueza, lo que ha permitido un progreso social en términos técnicos y de opulencia material. Por tanto, Walras propone continuar la búsqueda de la verdad económica, pero superar el individualismo absoluto con un criterio de justicia de obligatorio cumplimiento.

Alternativamente, Walras plantea una visión de la sociedad y de las personas como dos hechos simultáneos y dependientes el uno del otro. El criterio de justicia es el principio de organización social que refleja precisamente que los destinos son tanto individuales como colectivos y solidarios. Según este criterio, mientras el Estado —ente independiente de los intereses individuales— garantiza iguales oportunidades para las personas, éstas en función de sus talentos, esfuerzos y ahorros, son responsables de sus posiciones finales.

En resumen, mientras para Bentham el individuo es la medida de la organización social; paraWalras, la sociedad y las personas son integralmente dependientes. En principio, no existe individuo, mas sólo como abstracción. En tanto para Bentham la felicidad —en términos de expectativas sobre relaciones entre placeres y penas— es el objetivo individual y social; para Walras, el criterio de justicia es bueno en sí mismo y es independiente de los intereses individuales. En ese sentido, el Estado debe garantizar un marco institucional que facilite condiciones de igualdad para que la acción libre de los individuos conduzca a posiciones finales que reflejen los diferentes talentos, esfuerzos y ahorros personales.


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Qué es Vitalismo:

La palabra vitalismo tiene varias acepciones. En su acepción común, se entiende por vitalismo la condición de expresar vitalidad. Es decir, una persona vitalista sería aquella que expresa gran energía, motivación y alegría en la experiencia vital.

Sin embargo, el término vitalismo también agrupa diversas doctrinas de pensamiento, tanto científicas como filosóficas, según las cuales la vida no puede ser reducida a factores físicos, mecánicos o químicos.

Vitalismo en la ciencia

La primera formulación del vitalismo como doctrina deriva de la ciencia natural. Como corriente, el vitalismo está relacionado con los estudios de la biología del siglo XVIII, y surge como reacción al mecanicismo propugnado por diversos enfoques científicos del siglo XVII.

En este sentido, la teoría vitalista fue desarrollada y defendida por Paul Joseph Barthez, miembro de la escuela de Montpellier en Francia. Para los pensadores de esta corriente, existe una separación evidente entre el mundo vivo y el inerte, esto es, entre el mundo animado y el inanimado.

No se trata de un planteamiento religioso en sí, según la cual el ser humano está dotado de ánima, de alma, lo cual puede ser entendido como un fenómeno sobrenatural.

Se trata más bien de un principio vital que moviliza a los seres, el cual es responsable de sus comportamientos, y que no se puede atribuir a principios mecánicos o físicos. Este principio se denomina "fuerza vital" según Claude Bernard, "entelequia" según Hans Driesh y "fuerza dominante" según Johannes


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Vitalismo en la filosofía

En la filosofía, el vitalismo se ha expresado en diferentes corrientes y tiene distintas implicaciones, aunque parte del mismo principio. También se conoce como filosofía de la vida.

Se formuló entre los siglos XIX y XX en contraposición al racionalismo filosófico. Para los filósofos de esta corriente, la vida no es mera respuesta a los mecanismos racionales y, además, es valiosa en sí misma y no en función de elementos que le son ajenos.

Para el vitalismo filosófico en general, la vida humana es vista como un proceso y, como tal, no puede ser reducida al comportamiento mecánico o al mero racionalismo.

En este sentido, se dieron al menos dos corrientes de vitalismo filosófico:

  1. Aquella que propugna la exaltación de la vida desde el punto de vista biológico y

  2. Aquella que propugna la vida en un sentido histórico o biográfico.

En la primera, sobresalen elementos como la valoración del instinto, incluido el instinto de supervivencia, la intuición, el cuerpo, la fuerza y la naturaleza. Uno de sus teóricos sería Friedrich Nietzsche.

En la segunda, sobresale la valoración de la experiencia vital en sí, el decir, el valor del conjunto de experiencias humanas que una persona acumula a lo largo de su existencia, lo que valoriza además la perspectiva y la teoría de las generaciones. En esta tendencia podemos mencionar al español Ortega y Gasset.




 
 
 

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